Melina Cortese es una artista de la transformación. Su proceso creativo se enfoca más en la resignificación de las cosas que ya existen, justo en esa transformación, con el objetivo de darles una nueva vida, cambiar sus esencias, transmutarlas, reciclarlas, es decir, continuar fluidamente con el ciclo natural de la energía que no se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Las transformaciones van desde lo sublime hasta lo impactante, pasando por múltiples niveles como capas de significado. En cada capa, se profundiza el lenguaje, se acentúan las pistas hacia lo que busca comunicarnos con cada intervención. Melina transforma en tres principales niveles: la metamorfosis, que es el cambio sustancial e identitario del objeto en uno completamente distinto, una evolución de sus formas, una adaptación. La mutación, donde apenas toma un pequeño elemento y lo modifica para a partir de ahí construirle otra identidad a la materia, o agrega detalles gradualmente hasta convertir lo “uno” en lo “otro”, en armonía. Y la reinterpretación de las formas, que es una vía simbólica de transformar, una reescritura de la materia, o sea, pensar en el objeto artístico como un lienzo dispuesto a la escritura de símbolos y signos; por eso, sus piezas pueden leerse aún sin texto.
Melina Cortese no sólo transforma objetos, también transforma atmósferas, ambientes. ¿Pero qué es transformar un objeto sino transformar de igual manera el contexto que lo acuna? La luz, que a su vez representa el color, es el eje por donde transitan sus obras. Mediante el color Melina se descubre y permite descubrir para los ojos foráneos el nuevo cuerpo de las cosas que ha transformado, sometido a una construcción planeada, y a la vez, como toda obra de arte, impredecible. Ella habla el idioma del color, sus vibraciones influyen directamente en su vida, es capaz de sentir e interpretar, para luego traducir en trazo o pincelada, miles de combinaciones y nuevas tonalidades por descubrir. Es la línea vibrante de cada pigmento lo que la impulsa a querer hablar este lenguaje de frecuencias de luz. Es por eso que en concreto estos son los pilares que fundamentan la labor creativa de Melina, tanto en piezas de arte como en la transformación de habitaciones, espacios, en vestuario y textiles, en cinematografía, en publicidad.
Melina Cortese trabaja con las manos y apenas unas cuantas herramientas (pinceles, espátulas, gubias, lijas) para tratar con la nobleza de los materiales, principalmente la madera y las fibras orgánicas. La estética de su trabajo recuerda a la tribu, a su identidad, a una búsqueda definida para acercarse a la idea de comunión social, porque en su quehacer se insertan las tradiciones, las leyendas y los rituales; en él hay lugar para la energía vital de las experiencias. Esa estética también recuerda a la selva, a los lugares salvajes y vibrantes, es decir, cargados de energía vital y movimiento.
Para Melina, la belleza reside en la armonía visual. Su espíritu la lleva a ser una persona emprendedora, dinámica, exigente, observadora, aventurera, y por lo tanto, sumamente apasionada, cualidades que la impulsan a tomar riesgos estéticos y a buscar nuevas experiencias, pues para ella ésa es la única forma de verdaderamente hacer escuela creativa. “Alcanzar siempre lo que uno se propone”, ahí está bien trazado, y transformable, el rumbo a seguir de Melina Cortese.